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La innovación social corporativa es la nueva responsabilidad social corporativa

Por Elizabeth Boggs Davidsen Una nueva tendencia en el desarrollo internacional ha emparejado colaboraciones comerciales insólitas: instituciones financieras de desarrollo e inversores de impacto trabajan conjuntamente con grandes multinacionales para financiar proyectos que promuevan tanto el desarrollo como sus agendas de negocio.

La innovación social corporativa es la nueva responsabilidad social corporativa

[caption id="attachment_3759" align="alignleft" width="327"]Negocios Sostenibles La innovación social corporativa para modelos de negocios sostenibles[/caption]

Responsabilidad social corporativa

Esta “innovación social corporativa” es el fenómeno más reciente en la historia de la responsabilidad social corporativa que comenzó en los años 90, cuando muchas compañías abrazaron causas sociales  relacionadas con sus áreas de trabajo. Los programas se centraban principalmente en la reputación de la compañía y su licencia de operaciones, con apenas relación con sus resultados. Microsoft, por ejemplo, comenzó su anual “campaña de donación de los empleados”, donde estos asistían a eventos con el objetivo de recaudar fondos para organizaciones sin ánimo de lucro.

La buena ciudadanía corporativa

Esta evolución continuó a partir de la década del 2000 cuando las compañías integraron la buena ciudadanía corporativa en sus modelos de negocio, a menudo a través de colaboraciones con instituciones financieras de desarrollo. Por ejemplo, cuando la Fundación Internacional de la Juventud (International Youth Foundation) y el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) del Grupo Banco Interamericano de Desarrollo lanzaron la Iniciativa acerca de Nuevos Empleos y Oportunidades (NEO) para jóvenes en 2012, cinco grandes compañías contribuyeron con sus recursos y se unieron a la alianza: Arcos Dorados, Caterpillar, CEMEX, Microsoft y Walmart.

NEO ofrece capacitación laboral y servicios de colocación para mejorar la empleabilidad de la juventud con menos recursos y de esta forma incrementa a su vez la calidad de la mano de obra en Latinoamérica y el Caribe. Las compañías que forman parte de la alianza, que son también algunas de las mayores empleadoras de la región, contribuyen con  recursos económicos,  apoyan el diseño de la formación y proveen otros servicios de empleo. La alianza está dando sus frutos, NEO está bien encaminada para llegar a un millón de jóvenes antes de 2020 a través de sus efectivos  programas de capacitación.

Valor compartido

En 2011, un grupo de profesores de la Harvard Business School publicó un artículo llamado “Crear un Valor Compartido” y desde entonces se ha creado un movimiento a escala mundial para integrar el impacto social en las estrategias de las compañías. SABMiller, la segunda empresa cervecera a nivel mundial, fue una de las primeras en llevarlo a cabo. SABmiller y el Programa 4e, Camino al Progreso del FOMIN se dirigen a más de 380.000 distribuidores minoristas en los mayores mercados para SABMiller en Latinoamérica: Colombia, Perú, Ecuador, Panamá, Honduras y El Salvador.

El programa, que comenzó en 2013, aspira a mejorar el rendimiento empresarial de estos comerciantes minoristas y por lo tanto su calidad de vida y habilidades de liderazgo, a través de una combinación de clases de capacitación y mentoría en materia de negocios, capacidades básicas para la vida y liderazgo y gracias al fortalecimiento del ecosistema empresarial en el que los minoristas operan, con un enfoque específico en la mejora de su acceso al financiamiento y la tecnología. Se espera que este esfuerzo mejore la red de distribución de SABMiller y por lo tanto sus ventas.

Innovación Social Corporativa

El último paso en este continuo fue la aparición de la Innovación Social Corporativa (ISC). El World Economic Forum lanzó en 2014 el Global Agenda Council on Social Innovation, aunando un insólito grupo de líderes corporativos, inversores de impacto y ejecutivos de desarrollo procedentes de diversos sectores, y ofreció una definición para ISC que se basa en conceptos del valor de conjunto: cuando las compañías de forma proactiva diseñan e implementan modelos de negocio que incrementan los ingresos y mejoran la calidad de vida de comunidades desatendidas o vulnerables y mercados en la base de la pirámide. La clave para la atracción reciproca de esta insólita combinación reside en que las iniciativas de ISC normalmente se alimentan de capital emprendedor corporativo, que se refiere a la inversión de reservas en efectivo de una compañía para financiar nuevos emprendimientos.

Está emergiendo una nueva alineación entre los inversores de capital emprendedor y de impacto. El inversor de capital emprendedor busca beneficios para la compañía y nuevas capacidades o acceso a mercados que estén alineados con su estrategia de negocio a largo plazo. Al inversor de impacto le interesa asignar su capital a compañías que además de generarle beneficios económicos tengan un impacto social y medioambiental cuantificable. A su vez, el inversor de impacto busca expandir soluciones de desarrollo efectivas y, al igual que las instituciones financieras de desarrollo, comienza a entender que trabajar con grandes empresas puede ser la mejor idea. Las compañías que asignan fondos de inversión corporativa cuentan con la experiencia y los canales de distribución necesarios que les permiten escalar los proyectos con éxito.

En su estudio, Investing in Breakthrough: Corporate Venture Capital, la consultora y think-thank Volans identifica 6 sectores en los que el capital emprendedor está activo, porque estos afectan directamente a los negocios, los individuos y el entorno: tecnología limpia (cleantech), educación, salud, infraestructura urbana y transporte, inclusión financiera, agricultura y sector alimentario. Como cabe esperar, estos son los sectores a los inversores de impacto destinan la mayor parte de sus inversiones.

Están emergiendo algunos ejemplos fascinantes de ISC. Por citar uno de ellos: la fundación Shell, la rama filantrópica del gigante petrolero, ha creado una alianza estratégica con Husk Power Systems, un generador de electricidad a partir de la biomasa. En tan solo cinco años, Husk ha instalado 84 pequeñas centrales eléctricas que proporcionan energía a más de 200.000 personas en 300 enclaves rurales en la India. A partir de la electrificación de estas localidades, Husk promueve el desarrollo económico gracias a los negocios que ahora pueden mantenerse abiertos aunque haya oscurecido y  a través  de los niños que hoy pueden alargar sus horas de estudio durante la noche. Inversores de impacto como Acumen y Oasis Fund han contribuido financiando este emprendimiento.

Los dirigentes empresariales están a la vanguardia de la habilidad para transformar sociedades que se enfrentan a importantes desafíos. Las instituciones financieras de desarrollo y los inversores de impacto deben aprovechar este impulso que seguro será emocionante.

El FOMIN organizará un panel sobre innovación social y capital emprendedor corporativo, “Inversión con Impacto y Financiamiento de Empresas Sociales: nuevos enfoques para reducir las desigualdades” durante su Foro Interamericano de la Microempresa (Foromic) el 26 de octubre de 2015 en Santiago de Chile.

Sobre el Autor

Elizabeth Boggs Davidsen es especialista principal en el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), responsable de su desarrollo económico y cadenas de valor para las carteras regionales. También asesora sobre nuevas oportunidades de asociación para las actividades de donación y de inversión del FOMIN.

Este blog ha sido publicado en el Huffington Post

Del blog Tendencias, del Fondo Multilateral de Inversiones

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