Aunque todo el mundo se está enfocado en la pandemia de COVID-19, hay otros problemas globales que siguen amenazando nuestro planeta. Es el caso del cambio climático, que exige acciones colectivas y esfuerzos innovadores para combatir o adaptarse a sus efectos.
Durante 2020 BID Invest puso en práctica el principio de invertir en revertir, de forma de instar a sus socios a adoptar una agenda más ambiciosa para modificar o abandonar las políticas y acciones que empeoran el impacto del cambio climático en América Latina y el Caribe.
Una forma de alcanzar ese objetivo es sustituir la electricidad generada por centrales alimentadas a hidrocarburos por fuentes de energía renovables. Aunque bajo el Acuerdo de París los países de todo el mundo se han comprometido a descarbonizar sus economías, con los cronogramas actuales, el cierre definitivo de las centrales más contaminantes tardará varias décadas.
Chile, por ejemplo, se ha comprometido a cerrar entre ahora y el año 2040 sus 28 centrales termoeléctricas, que hoy por hoy representan alrededor de 35 % de su capacidad de generación. Sin embargo, un instrumento pionero que monetiza los costos de la descarbonización (es decir, compensa a los generadores por evitar la emisión de gases de efecto invernadero) podría abrir un camino más rápido hacia un futuro más limpio.
El instrumento en cuestión es la principal característica de un paquete de financiación de US$125 millones para ayudar a la empresa ENGIE Energía Chile a construir un parque eólico de 151 megavatios en el desierto del norte del país. La financiación consiste en un préstamo preferente de US$74 millones por parte de BID Invest, US$36 millones del Fondo Chino para la Cofinanciación en América Latina y el Caribe, y US$15 millones de financiación mixta del Fondo de Tecnología Limpia.
Este novedoso mecanismo — desarrollado por BID Invest sobre la base en un estudio financiado con subvenciones del Fondo Nórdico para el Desarrollo y los gobiernos de Austria, los Países Bajos y Suecia — brindará a ENGIE un incentivo financiero para que adelante varios años el cierre de dos centrales alimentadas a carbón, lo que evitará la emisión del equivalente de más de 4.880 toneladas de gases de efecto invernadero entre 2022 y 2041.
Si Chile ya contara con un mercado de carbono en vigencia, esos ahorros de emisiones se podrían certificar y transar. Para suplir esa ausencia, el novedoso instrumento establece un precio mínimo para las emisiones que evita ENGIE tanto por no utilizar esas centrales térmicas como por generar electricidad con turbinas eólicas. Mediante una fórmula se convierten en una reducción de pagos de intereses del préstamo concedido por el Fondo de Tecnología Limpia.
“Nuestro compromiso con la descarbonización antecede al acuerdo con BID Invest”, comenta el gerente general de ENGIE Energía Chile, Axel Levêque. “Pero este instrumento funciona como un acelerador de este tipo de transformación”.
Su empresa, especializada en abastecer a grandes clientes industriales como las mineras, tiene previsto desarrollar en los próximos años parques solares y eólicos con una capacidad total de generación de unos 1.000 megavatios.
Para Hilen Meirovich, líder de cambio climático de BID Invest, la importancia del instrumento de monetización de la descarbonización trasciende esta operación. Chile, por caso, se ha comprometido a cerrar definitivamente centrales eléctricas alimentadas a carbón o derivados del petróleo con una capacidad de más de 8.000 megavatios.
“Esto se podría convertir en un modelo para todo el sector eléctrico, no sólo en Chile, sino del resto de América Latina y el Caribe”, dice Meirovich. “Hasta podríamos imaginarlo impulsando la descarbonización del transporte público, alentando a ciudades de toda la región a sustituir sus flotas de autobuses a diésel por vehículos eléctricos”.