La sostenibilidad potencia los agronegocios
Una trilogía con impacto
No es el propósito profundizar sobre los aspectos económicos, ambientales y sociales que hacen al concepto y filosofía de la sostenibilidad, sino resaltar el impacto positivo en los resultados económicos de las empresas cuando la sostenibilidad se convierte en un pilar estratégico.
Un estudio de la Universidad de Harvard, sobre un total de 90 empresas públicas en el mundo y en más de 30 sectores, muestra el beneficio incremental que obtuvieron aquellas empresas con elevados estándares de sostenibilidad, respecto de otro grupo que le dio menor importancia relativa. Si bien la investigación fue hecha en 2012, esta tendencia sigue acentuándose.
Por otro lado, si hasta las multinacionales con elevados estándares de sostenibilidad sufren problemas de calidad en sus productos o en sus procesos (como sucedió con los escándalos de salmonella, de fórmula infantil en lácteos, de carne de caballo o de trabajo infantil), a empresas de menor calibre un impacto de este tipo las podría sacar del mercado. Un buen manejo ambiental y social de las operaciones es un seguro para mejor calidad.
Las empresas no pueden subestimar las consecuencias negativas que puedan provocar descuidos en aspectos cruciales a su negocio. En Perú, por ejemplo, el pujante sector de cultivos intensivos pone especial foco en el manejo sostenible del agua en zonas productivas de casi nula recarga de acuíferos, en estrategias diversas de adaptación a los potenciales impactos del cambio climático y en las políticas para retener su personal, especialmente mujeres. Y en países de baja rigurosidad fiscal, empresas con esquemas de precios de transferencia poco transparentes pueden sufrir contingencias impositivas (multas), que impacten en sus resultados y acceso al financiamiento. O empresas que procesan soja o palma deben asegurar que la cadena de suministro garantice que su origen no sea de zonas deforestadas.
Los agroexportadores globales están invirtiendo para preservar los recursos tierra y agua con nuevas tecnologías que aseguren sistemas de producción que cumplan con los estándares de calidad y sostenibilidad que exige el mercado y consolidar así la competitividad de sus negocios a largo plazo.
El éxito de Hamdi Ukulaya, fundador y CEO de Chobani, una empresa estadounidense de lácteos muestra como su visión de integrar refugiados como empleados, pagar mejor que la competencia y participarlos en los beneficios, obtiene una baja rotación de personal, mayor eficiencia laboral, e incrementa su participación de mercado. Chobani combina el esquema compensatorio de los inicios de The Ford Company con el modelo participativo de Silicon Valley.
Conexión con el mundo financiero
Los criterios de sostenibilidad también avanzan entre los diversos jugadores del sistema financiero. Un ejemplo de esta tendencia fue la progresiva salida de inversores institucionales de industrias consideradas “sucias”, especialmente en energía. En los últimos años, más de 400 inversores institucionales y 2.000 privados se desprendieron de esta clase de activos por US$2 billones, según la publicación Investing for a Sustainable Future, del MIT y el Boston Consulting Group.
Generation Investments, fondo creado en 2004 por Al Gore (premio Nobel de la Paz en 2007, por sus contribuciones al cambio climático), invierte en empresas con elevados criterios de sostenibilidad. Fueron quienes se desprendieron de las acciones de una empresa petrolera, años antes de uno de los peores derrames en la historia y que le costó a la empresa e inversores más de US$50.000 millones. Los retornos de Generation en los últimos tres años fueron del 15% anual y desde el 2004 al 2010 del 13,5% anual (versus 8,5% y 7% del MSCI World Index).
Desafíos
Pero la sostenibilidad como concepto también plantea el desafío de lograr modelos de negocios que perduren en el tiempo. Para evitar errores en la visión estratégica, como la de un poderoso industrial americano, quien a principios del siglo XX y ante el avance de la industria automotriz y de aviación, no percibió que su negocio era el transporte y no solo el ferrocarril. Y en estos días, como es que Amazon logró que su capitalización bursátil pasara de US$2.000 millones en 1998, a US$30.000 millones en 2008. Esta cifra ya supera los US$780.000 millones en 2018, más que la suma del producto interno bruto (PIB) de Colombia, Perú, Uruguay, Costa Rica y Guatemala.
Mientras unos se duermen, otros no duermen.
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