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El sector de la caña de azúcar, ejemplo de avances en sostenibilidad

El cultivo de la caña de azúcar en Brasil existe desde la época colonial y estuvo asociado durante muchos años con condiciones de trabajo degradantes, baja productividad y alta contaminación, pero es ahora uno de los grandes ejemplos de desarrollo sostenible en la región.

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Brasil tiene la mayor industria sucroenergética del mundo, moviendo una larga cadena productiva. El sector desempeña un papel fundamental en la economía, produciendo diferentes formas de agroenergía, incluyendo azúcar, etanol, electricidad y otros productos; y es también uno de los grandes ejemplos de desarrollo sostenible en el mayor país de América Latina y el Caribe.

Según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento de 2019, Brasil cuenta con 371 usinas sucroenergéticas en el país, la mayoría (255) de producción mixta (azúcar y etanol). Actualmente, el sector representa alrededor del 2% del Producto Internior Bruto nacional. Las estimaciones del sector son de que la cosecha 2022/2023 totalice 596,1 millones de toneladas, lo que representa un aumento del 1,9% en comparación con la cosecha 2021/2022. La productividad promedio de los campos de caña de azúcar en esta zafra se estima en 72,61 ton/ha.

La producción de caña de azúcar en Brasil se distribuye en todo el país, pero es en la Región Sudeste donde se concentra la mayor parte, que comprende cerca del 63% de la producción nacional.

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Este cultivo existe desde la época colonial y estuvo asociado durante muchos años con condiciones de trabajo degradantes, baja productividad, altos niveles de contaminación ambiental, degradación de las fuentes de agua y calidad del aire, deforestación de áreas conservadas y otros impactos ambientales. Sin embargo, la realidad actual demuestra una verdadera revolución marcada por la profesionalización, la innovación tecnológica y grandes avances en la gestión y mitigación de impactos socioambientales.

Las condiciones de trabajo, para empezar, han sufrido cambios importantes asociados al proceso mecanizado de siembra y cosecha de la caña de azúcar. Anteriormente, estas actividades demandaban grandes contingentes de mano de obra no calificada, la cual era reclutada localmente y en lugares alejados de los frentes de trabajo. La acción de los agentes reclutadores (los “gatos”) fue frecuente, haciendo promesas a los trabajadores y brindando condiciones de trabajo degradantes. El alojamiento ofrecido a los trabajadores tenía pésimas condiciones de vivienda e higiene. Al final de la siembra y la cosecha, los trabajadores temporales eran despedidos en gran escala, lo que generaba conflicto y tensión social.

Actualmente, el proceso de mecanización de la siembra y la cosecha ha reducido o eliminado la demanda de trabajadores migrantes. Actualmente, la mayoría de las plantas demandan mano de obra fija e invierten en calificación, ofreciendo condiciones de trabajo adecuadas en los aspectos legales, salariales, de salud y seguridad y de estabilidad laboral. Aunque el número total de trabajadores es menor que el modelo anterior, la calidad de los trabajos ha mejorado, los trabajadores reciben oportunidades de capacitación, la demanda de mano de obra migrante está disminuyendo claramente y los riesgos asociados con la provisión de condiciones de trabajo análogas a la esclavitud y el trabajo infantil se ha reducido drásticamente.

Para controlar los contratos con trabajadores temporales que aún persisten, las plantas han invertido en sistemas administrativos robustos que controlan el desempeño legal y socioambiental de los proveedores, incluido el cumplimiento de las leyes laborales. La mecanización de las etapas de siembra y cosecha ayudará en gran medida a la eliminación de formas degradantes de trabajo.

Otro punto importante es el descenso de la contaminación. En el pasado, durante el período de cosecha se quemaban los campos de caña para quemar la paja, generando humo y degradando la calidad del aire en grandes áreas. Esta práctica fue abolida, dando paso al proceso de cosecha mecanizada, que automáticamente corta la caña y deja parte de la paja de caña en el suelo, contribuyendo así al reciclaje de la materia orgánica, al control de la erosión y a la preservación de la fertilidad del suelo.

Igualmente, la actividad generaba grandes cantidades de residuos sólidos y líquidos, que se vertían con poco control. Actualmente, los residuos del proceso de molienda y procesamiento de la caña de azúcar son aprovechados en su totalidad, al punto de ser considerados subproductos. Las plantas modernas utilizan residuos como combustible para generar energía. Aproximadamente un tercio de la energía generada es suficiente para mantener la operación de la planta y el resto se vende, generando ingresos para las empresas.

Otro de los residuos producidos en grandes volúmenes es la vinaza, efluente líquido rico en materia orgánica generado en el proceso de fabricación de etanol. Actualmente, la vinaza se utiliza de forma controlada en el proceso de fertirrigación, con la finalidad de regar y fertilizar los cultivos. Otro residuo abundante utilizado en la fertilización del suelo es la torta de filtración, que proviene de la filtración del jugo de la caña de azúcar después del triturado. Actualmente, las plantas operan en régimen de economía circular y los residuos que no se reutilizan se gestionan adecuadamente a través de planes de gestión de residuos sólidos.

Las plantas también utilizan tecnologías avanzadas para reducir la cantidad de pesticidas utilizados, incluidas técnicas biológicas de control de plagas y equipos de microdosificación de herbicidas, entre otros. El modelo productivo actual evita la deforestación de nuevas áreas vía el licenciamiento ambiental de las áreas de plantación.

Las licencias ambientales determinan las áreas que pueden ser explotadas y, en su caso, utilizadas para la expansión de cultivos. La mayoría de las plantas modernas buscan expandir la producción a través de la expansión de contratos de arrendamiento de tierras ya productivas y el uso de tecnología que busca aumentar la productividad por hectárea.

Otro gran salto cualitativo se refiere al control del uso de los recursos hídricos, un tema muy relevante debido a los impactos del cambio climático. La mayoría de las plantas cuentan con sistemas de reutilización de agua en el proceso industrial, y el riego de cultivos se ha realizado mediante sistemas fijos y móviles que optimizan el uso del agua. El uso de vinaza para fertirrigación también contribuye a reducir las demandas de agua de los cultivos.

Hay que tener en cuenta asimismo que la mayoría de los ingenios de caña de azúcar producen etanol, que es un importante biocombustible. Al evaluar el ciclo de vida completo del combustible, el etanol proporciona una reducción muy significativa en la emisión de gases de efecto invernadero en relación a la gasolina, y en Brasil también genera créditos que se negocian en bolsa.

 

Esta entrada de nuestro blog la publicamos a propósito de la Semana de la Sostenibilidad 2022 de BID Invest, a celebrarse entre el 28 de junio y el 1° de julio en la ciudad de Miami. Conozca aquí cómo registrarse para participar, ya sea presencialmente o de manera virtual.

 

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Autores

Joao Diniz

João Diniz Abud es Oficial Ambiental y Social Líder de BID Invest en São Paulo, responsable por la evaluación de riesgos ambientales y sociales de nue

Pablo Alejandro Cotsifis

Pablo Alejandro Cotsifis é Oficial Ambiental e Social Líder do BID Invest, responsável por identificar e tratar os riscos e impactos ambientais e soci

Agribusiness

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